Por un periodismo bien macho y una literatura muy hembra






sábado, 27 de febrero de 2010

Periodismo

Tuve nueve minutos y medio de fama, lo que duró la canción de El Peregrino


Adrián Guacarán, un joven de Caucagua de 11 años de edad, vio como su vida cambiaba en un abrir y cerrar de ojos por cantar una canción; ahora, 25 años después, cuenta su historia

Una mirada seca y fría defiende la sala de estar de la oficina de la Comisión Permanente de Participación Ciudadana y Desarrollo Social de la Asamblea Nacional. Es Bolívar, en una de sus tantas versiones de retrato tipo busto, junto a él rellenan la sala cuatro poltronas muy bien tapizadas, un piso de parquet, una cartelera donde destaca un artículo de “¿Por qué social?” del diario Vea, además de una recepción sin recepcionista. Todo esto precede al encuentro con el entrevistado, un tal Adrián Guacarán, al que nadie recordará por su simple nombre, pero todos conocerán al decir que fue el niño que en el año 1985 le cantó al Papa Juan Pablo II, en la primera visita de éste a Venezuela.

La entrevista se retrasa, Guacarán llega media hora tarde, se disculpa por la demora y reconoce que la tranca realizada por los estudiantes universitarios en la Cota Mil, debido a la salida del aire de RCTVI, detuvo su vehículo.

Sus 36 años de edad marcan distancias obvias del niño que Venezuela conoció al cantar la canción de El Peregrino en Ciudad Guayana, el 29 de enero de 1985. El Guacarán viejo porta un prominente abdomen, principios de calvicie, anteojos y una cara que denota la necesidad de afeitarse diariamente, mas no son motivos suficientes para borrar de él la sombra del infante Guacarán que muchos mantienen todavía en su memoria.

—¿Cree que todos tienen 15 minutos de fama?
—Pa’ ver, los mío fueron nueve minutos y medio. Los que dura la canción de El peregrino.
—¿Cómo un niño de Caucagua, un pueblo del estado Miranda, llega a cantarle al Papa?
—Yo nunca lo supe. La hermana Amanda, que me dio clases cuando tenía 9 años en el colegio La Encarnación, fue nombrada directora del coro de niños por la visita del Papa a Puerto Ayacucho, ella llamó a mi mamá para pedirle que yo participara en el coro, imagínate tú, de tanta gente que ella se podía haber acordado se acordó de mí para cantar la canción de El Peregrino.
—¿Cómo fueron los días que siguieron a que le cantara al Papa?
—Nunca nosotros nos imaginamos que íbamos a tener tanta fama, yo pensé que la canción había quedado allí nada más, pero cuando veo todo ese gentío en mi casa, eso fue grandioso. Me empezaron a llamar de RCTV, un canal de televisión que me había botado porque era negro y feo, pero después que a ti te maltratan en un sitio tú no vuelves. Mi mamá consultó conmigo y después de una llamada de Amador Bendayan firmé un contrato con Venevisión.
—¿Qué hacía en RCTV antes de que lo botaran?
—Cantaba allá. Yo gané el primer festival folclórico infantil de Venezuela, con Guillermo González en el año 1981, quedé contratado allí por tres años. Además grabé un disco, un LP. Yo cante con Luis Miguel, Anita la huerfanita, Pedro Vargas, entre otros.
—¿Cómo un niño de 11 años de edad recibe todo el impacto mediático que se desata después de cantarle al Papa?
—Tú sabes que eso fue una cuestión que me afectó bastante, entonces ya uno pierde la privacidad. Ese impacto mediático me llevo de gira para muchos países, conocí Aruba, Curazao, Bonaire, Puerto Rico, Colombia, México, España, Portugal, Italia. Todo a través de esa canción. Por eso yo soy un campesino más o menos resabido.
—¿Cuántos discos sacaste?
— El primero fue antes de yo conocer al Papa, cuando cantaba en Radio Caracas Televisión y se llamaba “Soy Criollo”, era de música venezolana, después hice “Adrián Guacarán el niño cantor”, luego hice un especial para Pinturas Montana y posteriormente participé en varios discos de distintas agrupaciones: Catatumbo, Primacho, entre otros. También hice varios comerciales y una película llamada Panchito Mandefua.
—¿A qué edad sale del mundo del espectáculo?
—Eso fue como en el año 88 ó 89, entonces ya tenía 13 ó 14 años. Cambié la voz, hubo como un cierto receso.
—¿Cree que hubo gente que se aprovecho de su situación para obtener algún fin económico?
—Bastante, mucha gente.
—¿Quiénes?
Mi familia, los productores de la disquera. Una vez yo viejo, cuando ya no les servía, me desecharon.
—¿Cómo recuerda su etapa de niño y la fama que vivió?
—Bonito, pero es difícil porque se te pierde toda la privacidad. Es beneficioso en ciertas cosas porque te abre muchas puertas, pero es perjudicial porque siempre hay gente que te tiene cierta envidia, siempre había un problema. Eso es muy dañino.
—¿Tu vida actual cómo es?
—Cheverísima, vivo en Caucagua, tengo mi señora y un hijo que vive conmigo. Trabajo como asistente de investigación en la Asamblea Nacional, gracias al Canciller Nicolas Maduro, quien fue el que me ofreció este empleo, y al diputado Dario Vivas, porque varias veces me quisieron botar. Los mismos camaradas y compatriotas le echan vaina a uno. Son un peo también.
—Leí que en el año 1995 le cantó a Hugo Chávez al salir de la cárcel.
—Ajá, sí. Fue buenísimo. Eso fue en la plaza Caracas, estaban entre otros Gualberto Ibarreto. Para mí él era un líder en ese momento, tenía una personalidad impactante, pero ahora que haya cambiado mucho es otra cosa.
—¿Qué responde a patria Socialismo o muerte?
—Yo no, patria y socialismo nada más. Todos seremos comunistas cuando todos seamos capitalistas, cuando todos tengamos para comprar una nevera hay sí seremos socialistas.
—¿Considera que a los 36 años de edad está fuera del mundo del espectáculo?
—No, no, no mato tigres que jode (risas).

Daniel E. Torrealba Febres-Cordero

Literatura (Declaración de Principios)

Me declaro defensor de los olvidados
Me declaro litigante de lo que no tiene sentido
Me declaro a favor de lo que ya se ha perdido
Me declaro soldado de las minorías
Me declaro presidente de los fracasados
Y es que todo se vuelve posible
Cuando se lucha por un imposible
Y tu amor es un imposible que hace darle sentido a los sin sentidos
Razón a la inrazonable, verdad a la mentira y posibilidad a lo imposible.

Daniel E. Torrealba Febres-Cordero