Por un periodismo bien macho y una literatura muy hembra






martes, 2 de marzo de 2010

Literatura (Noche Llanera)

Noche maldita de tempestad llanera, destino cruel que mandó una centella, la cual bajó sin encontrar mejor camino que ese cuello, esa centella lo atravesó, dejando la cabeza encajada y cuatro palmas marcadas en el arenal.

Despierto cada noche, después de un sueño recurrente, el de verlo a él, atravesado y con sus ojos cerrados. Memoria maldita que me hace recordar mis peores momentos, y es que no puedo perderme en el olvido, siempre me encuentran mis recuerdos. Te odio Rucio Moro por haberte amado, maldigo tu muerte; y mis recuerdos que me hacen verte a cada momento. ¿Y es que no hay vida después de ti? No toda mi vida se puede traducir en ti. Soy la potra Zaina.

Noche oscura en que escapamos para escuchar el canto del Carrao, para ser libres y amarnos, la lluvia era copiosa, y el Catatumbo parecía estar al fondo; iluminando nuestra noche. Todo cambiaría en la búsqueda del Carrao, cuyo canto escuchábamos, no muy lejos. Ya cerca del río una garza reposaba, su mirada era indiferente, más que indiferente, desconcertante; algo sabía, algo ocultaba. Como si conociese el futuro, pero a dos amantes eso resulta banal, el mundo para nosotros resultaba indiferente, y la mirada de esa garza era parte de ese mundo.

Poco faltaba y algo cambiaba, Rucio Moro conocía algo que yo no, iba a pasar algo, no sé qué. Pero algo pasaría. Se notaba en sus ojos, en su andar. Todo su ser me lo hacía notar. Acaso seguía pensando en que la luz lo llevaría, en que la luz lo haría subir, ¿Por qué me haces pensar esto Rucio Moro? ¿Por qué me siento como una espectadora y no como una cómplice? Desdichado el día en que decidiste hacerme verte morir a favor de tus locuras.

Ya lo había comprendido todo, cuando decidiste correr, veloz como el viento; no había animal que pudiera alcanzarte cuando galopabas, y así lo hiciste esa noche. Yo te seguía, iba detrás de ti, mientras la distancia entre nosotros se acrecentaba, te veía a lo lejos. Y a pesar de la lluvia y la distancia que nos separaba pude ver entre la cresta que tapaba mis ojos cuando te detuviste. Justo en el arenal, ¿Era acaso ese tu sitio elegido? Allí volarías, allí cumplirías tu sueño o tú farsa.

El llano no pudo menos que claudicar al juego de ese loco y seguir el designio pedido, la centella tanto buscada no hizo menos que bajar. Triste centella que le toco acabar con su vida. Iba más lenta que cualquier otra, sabiendo su trabajo, su triste trabajo. Faltaba poco para el contacto de los dos, el fin se acercaba, el llano enmudecía y Rucio Moro se erguía buscando el contacto, buscando su sueño. Culminando su locura. El relinchar fue seguido de un golpe seco. Rucio Moro había muerto.

El llano sumiso y dominante había terminado su espectáculo, había cumplido un sueño y dado fin a una locura. Amante de su monotonía había dado muerte a algo diferente.

La mañana apareció, y el Sol traía consigo a las aves llaneras, éstas que tras detenerse en los árboles cercanos iniciaban su cantar, se escuchaba el cantar del Morocoto y el Piapoco, coronado por el canto de la Paraulata. Hermosa despedida para aquel caballo que se llevo mi vida junto a la suya.


Daniel E. Torrealba Febres-Cordero

2 comentarios:

  1. Torrealba, eres una mezcla de poeta con dones de suspenso llanero.

    Yo creo que eres el perfecto estandarte de la "literatura hembra", como tú la llamas.

    Abrazón, querido amigo.

    Saludos desde mi muy mundo.

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  2. Un poeta llanero es lo que eres, exitos.
    Gente como tu y yo necesita el mundo para expandir la lectura a los mas jovenes

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